21 septiembre, 2008

Que sorpresa me llevé


Visité ayer un pequeño restaurante que se encuentra cerca de donde vivo, segura de que pasaría un rato agradable en compañía de unos amigos y ¡que sorpresa me llevé!
El lugar estaba repleto de personas porque según entendí después, era un fin de semana mitad de precio.
Observé detenidamente el sitio y pude ver pocas luces, bebidas abundantes y lo menos usual en un lugar como este: una música muy alta y aunque se veía nublado por la ausencia de iluminación uno que otro cuerpo se veía moverse al ritmo que se escuchaba.
Las emociones no quedaron allí, pues pude presenciar cosas muy interesantes. Mencionaré algunas como: no tenían ni sal ni ketchup, ni servilletas, a las diez de la noche cerraron la oferta. Al parecer el dueño se asustó al ver la gran multitud.
No había la cantidad suficientes de camareros; es más solo uno solo, el cual se veía agitado y muestra de ello era el descontrol a la hora de brindar el servicio, no tenia donde anotar y daba comida de más, cambiaba los platos.
La verdad ¡estaba sorprendida!
Pasó algún tiempo y ya quería irme, un borracho impertinente hizo de las suyas y quiso pelear con uno de los presentes. Por suerte alguien intervino y logró detenerlo. Sin más no quise esperar un solo instante en ese lugar y sin dudas puedo afirmar que ¡que sorpresa me llevé!

1 comentario:

Mirabal dijo...

Muy interesante la cronica, se puede hacer un cuento con ella